06 octubre 2006

¿Con o sin?


El “Pianista en un Burdel” ha hecho que me pusiera a recordar anécdotas relacionadas con Howard Hawks. Howard Hawks es un director que saldrá a relucir bastante a menudo en este blog, por diversos motivos. En primer lugar porque es, sin lugar a dudas, uno de mis cinco directores favoritos de todos los tiempos (y de todos ellos, el único que no fue, estrictamente hablando, guionista), en segundo lugar, porque se codeó con un gran número de personajes y personajillos pintorescos en todo tipo de situaciones rocambolescas y en tercer lugar porque fardaba de ello y era muy dado a contar y exagerar batallitas y de eso, en gran medida, es de lo que se nutre este blog.

El caso es que allá por 1935 Howard Hawks recibió una oferta de ésas que no se pueden rechazar. Samuel Goldwyn, le ofreció 60 mil dólares (el doble de su caché habitual) para dirigir un proyecto que llevaba rondando demasiados meses por su estudio y que le estaba costando un fortunón antes incluso de tener un guión aprobado.

Se trataba de la adaptación de “The Barbary Coast: An informal history of the San Francisco Underworld”, libro escrito por Herbert Asbury –autor de “The Gangs of New York”-

Hawks, aceptó el reto, llamó a sus amigos Ben Hetch y Charles MacArthur para que le echaran un cable con el guión y se dispuso a rodar la película.

A los protagonistas –Joel McCrea y Miriam Hopkins- se los impuso Goldwyn, que para eso acababa de firmar contrato con ambos pero a la hora de asignar actores al resto de personajes Hawks tuvo algo más de voto. Consiguió que la Warner Brothers le prestara a Edward G. Robinson e incluso dio el que sería su segundo papel con diálogo a David Niven. El primero fue en Without Regret y su gran parrafada: “Goodbye, my dear”. En esta ocasión interpretaba a un marinero cockney borracho. Tal y como recuerda David Niven en sus memorias, su actuación consistía en soltar un convencido: “¡está bien, me voy!” para, a continuación, ser arrojado por la ventana del burdel al lodo de la calle y ser pisoteado por los protagonistas, 200 milicianos y un puñado de burros.

Sin embargo, no es esta deslumbrante aparición de David Niven lo que hace especial a Barbaby Coast, no.

Barbary Coast pasará a la historia del cine por ser la primera de las seis fructíferas colaboraciones entre Howard Hawks y Walter Brennan y por marcar el inicio de la brillante carrera del actor.
Walter Brennan, que por entonces tenía unos 40 años pero aparentaba unos 15 más, se había arruinado años antes en uno esos extraños giros que da el mercado inmobiliario estadounidense y que convierte a los millonarios en prácticamente mendigos de la noche a la mañana. Desde entonces sobrevivía haciendo pequeños papelitos y trabajando de extra. A alguien del departamento de producción se le ocurrió que podría servir para uno de los papeles secundarios y se lo envió a Hawks para que hiciera una prueba de cámara.

Vestido de época, mal afeitado, con pinta de ir a descuajeringarse con el siguiente paso que diera, Brennan se presentó ante Haws para su prueba.

- Muy bien, ya sabe lo que tiene que hacer, lea sus líneas… ordenó Hawks con profesionalidad.

- ¿Con o sin? Preguntó Brennan, deseoso de complacer

- ¿Con o sin… qué?

- Con o sin... dientes

Brennan había perdido casi toda su dentadura en un accidente pocos años antes y se quitaba y ponía la postiza a placer según lo requiriera el guión. En esta ocasión, su interpretación “sin” encantó a Hawks, que fue alargando y alargando su papelito de los tres días de trabajo iniciales hasta completar seis semanas de rodaje.

Esta fue la primera de las colaboraciones de Howard Hawks y Walter Brennan, la siguiente: “Come and get it”, tan sólo un año después, le valió a Brennan su primer Oscar (el primero que se entregó en la categoría de actor secundario) y le puso en camino para conseguir el récord de ganar tres Oscars en tan sólo seis años, el primer actor en alcanzar semejante número y, hasta el momento, el único en la categoría de actor secundario.

Y todo, por una inversión que se fue al carajo y un guarrazo que le dejó sin piños. Para que luego digan que la vida no da unas vueltas muy tontas.

Etiquetas:

4 Comments:

Anonymous Anónimo said...

De tiburón inmobiliario desconocido a actor secundario por antonomasia. No sé si el oscar a mejor actor secundario se inventó para poder darle un premio a Walter Brennan...

¿No es de él la famosa frase "Nunca debimos salir del Misissipi"?

5:09 p. m.  
Blogger Awake at last said...

Eso es versatilidad y lo demás son tonterías, XD

4:17 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Muy bueno.
Y en el ultimo momento descubrimos que se trata de la dentadura.Jejeje.
Genial.

6:38 p. m.  
Blogger Miss Julie said...

Oyeeess, que acabo de descubrir tu / vuestro blog y me gusta mogollón. Me lo apunto. ¡Enhorabuena!

11:31 p. m.  

Publicar un comentario

<< Home