17 noviembre 2006

The unsuspecting wife


-“Todo lo que quiero por Navidades es hacer otra película con Audrey Hepburn”.

Desgraciadamente los deseos de Cary Grant nunca se cumplieron y, tras su maravillosa colaboración en Charada, la pareja no volvió a repetir en la gran pantalla.

Charada, producida en 1963, es una de esas películas inolvidables en que todo fluye sin contratiempos, la trama, los diálogos, la realización, las fantásticas localizaciones de París, las interpretaciones de los actores…

Sin embargo, al igual que ocurriera con muchas de las películas que hoy consideramos verdaderos clásicos, Charada estuvo a punto de ser un proyecto más, olvidado en el fondo de un cajón en, por lo menos, dos ocasiones.

Peter Stone, el guionista, trabajaba en París como redactor para la CBS cuando se le ocurrió la idea para el guión. Lo escribió y lo envió a siete de los grandes estudios de Hollywood. Los siete pasaron. Desanimado y decepcionado, decidió seguir los consejos de su mujer y lo novelizó.

Su agente envió entonces el relato a Stanley Donen, que además de director era productor de sus propias películas, y éste se interesó inmediatamente por el material, también lo hicieron los siete estudios que lo habían rechazado tan expeditamente cuando les llegó en formato de guión.

Peter Stone decidió venderle el guión a Stanley Donen por tres razones muy claras, en primer lugar porque no pertenecía a ninguno de aquellos siete odiosos estudios, en segundo lugar porque le gustaba el estilo de Donen y sabía que rodaría en localizaciones reales en Europa y no en un estudio de Culver City y en tercer lugar porque Stone había escrito la película específicamente con Cary Grant y Audrey Hepburn en mente y Donen ya había trabajado con ambos – con Audrey en Una cara con angel y con Grant en Bésalas por mí, Indiscreta y Página en blanco- y tenía buenas relaciones con ellos.

Stanley Donen habló con Cary Grant, que accedió a hacer la película, y con Audrey Hepburn que dio también su aprobación siempre y cuando el co-protagonista fuera Cary Grant. Con las dos estrellas en el bote, Donen llegó a una acuerdo con Columbia para coproducir la película.

Pero en Hollywood las cosas nunca son así de fáciles. Cuando ya estaba todo cerrado, Cary Grant cambió de opinión y se fue del proyecto. Sin Cary Grant como protagonista Audrey Hepburn no estaba interesada y también abandonó, la Columbia entonces propuso a Warren Beatty y Natalie Wood para sustituirlos y Stanley Donen ¡¡ACEPTÓ!!.

Pero, una vez más, cuando ya todo estaba listo para comenzar el rodaje, la Columbia decidió que, en el fondo, no les interesaba tanto el proyecto, ni siquiera con Beatty y Wood, y se retiraron.

Y entonces ocurrió lo que ya nadie pensaba que ocurriría, Cary Grant, que supuestamente se había ido a hacer una comedia con Howard Hawks, decidió que no le convencía mucho el guión, se lo pensó dos veces y llamó de nuevo a Stanley Donen para informarle de que, después de todo, sí quería hacer Charada. Audrey Hepburn regresó encantada de la vida y a la Universal le faltó tiempo para llegar a un acuerdo de coproducción con la compañía de Stanley Donen. La maquinaria estaba de nuevo en marcha.

Cary Grant sólo puso una condición para hacer la película, quería algunos cambios en el guión. En la historia original es su personaje el que seduce a la indefensa viuda y Grant, muy consciente de la diferencia de edad con Audrey Hepburn –él cumpliría los 60 durante el rodaje, ella apenas tenía 34 años- creía que no sólo era poco creíble que un “viejales” sedujera a una jovencita, sino que podía provocar reacciones negativas en el público.

Peter Stone se reunió con él durante un par de días, escucho sus reticencias y sugerencias y cambió el guión para que fuera ella la que le persigue y trata de seducirle, e incluyó diversas alusiones y bromas sobre la diferencia de edad.

Diferencia de edad o no, la química entre ambos es innegable y el rodaje fue, al parecer, una auténtica gozada y eso, a pesar de que su primer encuentro fue un auténtico desastre.

Como nunca habían coincidido, Audrey Hepburn le pidió a Stanley Donen que lo arreglara para que pudieran conocerse antes de comenzar la producción. Donen les citó en un restaurante italiano de París y allí se encontraron los tres para cenar juntos.

Al parecer Audrey Hepburn estaba nerviosísima ante la perspectiva del encuentro con Cary Grant y cuando éste apareció en el restaurante, elegante como sólo Cary Gran podía serlo, le faltó tiempo para comentárselo, casi hiperventilando por culpa de la ansiedad.

- “No te preocupes" le dijo Grant "mira, respira hondo, siéntate y mete la cabeza entre las piernas, ya verás cómo se te pasa”.

La Hepburn siguió sus instrucciones con tanta presteza que le dio un cachiporrazo a la mesa y derramó una botella entera de vino sobre el impecable traje de color claro de Cary Grant. Éste ni se inmutó, se lo tomó todo a guasa y la cena, empapada en vino, fue un auténtico éxito.

Posteriormente Peter Stone recicló la anécdota en la escena en la que Regina estampa un helado en la chaqueta de Peter Joshua (¿O es Alexander Dyle?)

Sin duda, de todas las escenas de Charada, la más famosa, la que más gente recuerda, es la escena de la ducha. Como ocurre en muchas ocasiones, las escenas favoritas del público no siempre son las escenas favoritas de los actores, de hecho, a Cary Grant no le gustaba un pimiento y hasta el mismo día del rodaje trató de convencer a Stanley Donen y Peter Stone de que la eliminaran del guión. Intento infructuoso, afortunadamente. Al final la rodó y se lo pasó tan bien haciendo el payaso bajo la ducha que incluso improvisó gran parte del diálogo.

Misterio, humor, romance, y sobretodo, magia, mucha magia son los elementos de Charada, una película de las que no se olvidan y que nos llegó de pura chiripa gracias a la testarudez de Peter Stone y el buen ojo clínico de Stanley Donen, que supo apreciar sus posibilidades y sólo puso una exigencia al guionista: que le cambiara el título.

Lo cambiaron. Nunca se sabe, tal vez habría tenido el mismo éxito con el título original y hoy, en lugar de Charada, estaríamos hablando de las maravillas de ese clásico entre los clásicos llamado “The unsuspecting wife”.

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12 noviembre 2006

Yo tenía una barca en África


Fue la primera película en color de su protagonista femenina
Supuso el primer –y tristemente único- Oscar para su protagonista masculino
Propició el primer viaje a África de su realizador.

Antes de su adaptación definitiva en 1951, la novela, escrita por C. S. Forester, se intentó llevar a la pantalla en, por lo menos, dos ocasiones: la primera en 1938 con Bette Davis y David Niven y la segunda en 1947, de nuevo con Bette Davis pero en esta ocasión acompañada por James Mason.

Para bien o para mal ninguno de los dos proyectos vio la luz y la adaptación que finalmente llevó a la pantalla John Huston se convirtió en un auténtico éxito de crítica y público y convirtió a su protagonista, hasta la llegada muchos años más tarde de James Cameron, en el barco más famoso de la historia del cine. Hablamos, por supuesto, de La reina de África.

El rodaje de “La Reina de África” fue uno de esos ejemplos de Ley de Murphy en que “todo lo que puede salir mal, sale mal”.

El 80% de la película fue rodado en localizaciones reales del Congo Belga y Uganda. El calor era espantoso, la humedad alcanzaba el 90% y el tiempo era imprevisible: en dos minutos se cerraba el cielo, se abrían las nubes y toda la furia de los dioses caía sobre el equipo de rodaje en forma de lluvia. De la misma manera que llegaba la lluvia, se iba. En dos minutos cesaba el aguacero, desaparecían las nubes y reaparecía el sol y el personal rescataba cámaras, equipo y generadores de allá donde hubieran tratado de protegerlos del agua (los actores que se las apañaran solos) y recomenzaban el rodaje.

La barca protagonista y las distintas balsas sobre las que habían montado secciones de la misma para facilitar la filmación, resultaron ser otro problema. Eran imprevisibles, difíciles de controlar y cada dos por tres se anegaban de agua, volcaban, se estancaban donde no debían, o hacían todo lo contrario, avanzando cuando debían pararse. La propia Reina de África se hundió durante una noche, a los pocos días de despedir al encargado de mantenimiento. Todo el equipo tuvo que arrimar el hombro y ayudar a reflotarla por el viejo sistema de tirar de la cuerda, el mecánico fue contratado de nuevo y rodaje y barca volvieron a su cauce, con varios días de retraso, por supuesto.

Por si esto fuera poco, habían llegado a África con el guión a medio terminar. Peter Viertel, colaborador de Huston y guionista no acreditado de la película, escribía y rescribía mientras rodaban, escuchaba pacientemente las quejas y preocupaciones de la Hepburn por un guión que no terminaba de rematar y soportaba las curiosas idas de cesta de un John Huston más interesado en usar su tiempo libre cazando elefantes que discutiendo puntos de giro.

-"Te diré una cosa sobre él" le dijo un día Bogart a Hepburn tratando de convencerla de que no se fuera con Huston de safari "no es el jodido Guillermo Tell". Y parece que tenía razón.

A mitad de rodaje y ya en Uganda, el equipo completo cayó enfermo con disentería, el agua embotellada que estaban bebiendo para evitar los “peligros” del agua local estaba en mal estado y no se salvó ni uno… bueno, miento, se salvaron dos. John Huston y Humphrey Bogart, inspirados sin duda por los dioses, habían ignorado la existencia del agua mineral y apagaban su sed exclusivamente con el mejor whiskey escocés. Motivo de escarnio para Katharine Hepburn que se pasó medio rodaje leyéndoles la cartilla y explicándoles, como buena hija de urólogo, la importancia y grandes beneficios de beber grandes cantidades de agua al día.

Incendios, inundaciones, hundimientos, intoxicaciones, plagas de insectos… conformaron el rodaje de una de las películas más memorables de la historia del cine.
Un rodaje que dio origen a lo que sería, citando a un tal Rick, “el comienzo de una hermosa amistad” entre los Bogart y la pareja Katharine Hepburn-Spencer Tracy.

Y por si todo eso fuera poco, pocos años después el guionista Peter Viertel decidió usar sus recuerdos del accidentado viaje y su peculiar colaboración con John Huston como inspiración para una novelilla titulada “Cazador blanco, corazón negro”.

- “Por la autoridad investida en mí por el Kaiser Guillermo II, yo os declaro marido y mujer. ¡Procedan con la ejecución!”

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